En una sociedad con una historia tan enriquecedora, cuna de grandes civilizaciones, culturas que personificaron un trato privilegiado a sus mayores, es difícil entender como actualmente uno de los problemas sociales más ignorados sea la senectud o vejez, una etapa de la vida que funge como eslabón generacional. Los mayores tienen el poder de enlazar los relatos del antes y el después, conservando la historia familiar, los valores y las tradiciones. Son los guardianes del corazón del hogar.
Los que antiguamente se dedicaban sabiamente a transmitir la palabra y el conocimiento a través de sus experiencias, hoy representan un lastre para las familias modernas que, con la excusa de querer protegerlos, los limitan a asilos y casas de retiro donde viven como personas improductivas. Lo que termina por sacarlos de circulación, es la falta de atención social, la carencia de labores adaptables a sus condiciones físicas dentro de la sociedad, incluso los diseños de casa modernos no toman en cuenta la inclusión de espacios pensados en su bienestar.
Dentro de la composición familiar, los mejores educadores siempre han sido los abuelos, pero actualmente nos hemos distanciado de esta realidad sin darnos cuenta de que estamos descuidando sus aportaciones en la experiencia de los más pequeños, el sentido de la identidad familiar se esta perdiendo junto con la atención hacia nuestros adultos mayores.
La exaltación de la juventud y todo lo que conlleva en la actualidad, ha ido enterrando los valores tradicionales y la austeridad, al grado de considerarlos obsoletos. Si nos detenemos a razonarlo, la población de adultos mayores en México y el mundo ira creciendo aceleradamente, trayendo consigo una realidad nada alentadora para los que lleguemos a formar parte de ella, el abandono.
En México, la cultura familiar se está perdiendo en la vorágine de la modernidad, lo que alguna vez fuera un rasgo característico de nuestras antiguas culturas, es hoy una de nuestras equivocaciones más penosas como sociedad. Los valores familiares se están volviendo cosa del pasado, pero ¿Quién no recuerda el cariño de sus abuelos?
Irónicamente, los pueblos y asentamientos más austeros y con menos recursos, son los que aún conservan a los abuelos como parte de las personas productivas de la comunidad. Sin embargo, esto se limita únicamente al ámbito emocional, pues la situación laboral es crítica en muchas comunidades, lo que ha hecho que los jóvenes emigren en busca de mejores empleos, dejando el destino de sus familias en manos de los mayores. Finalmente, el abandono, la escasez de recursos y la falta de capacitación terminan limitándolos a actividades que pueden ser muy demandantes para su condición, poniendo en riesgo su salud física.
Resulta crucial recuperar los valores como el respeto y el estímulo para nuestros mayores, establecer programas que concienticen a los niños y jóvenes acerca de los valiosos aportes que llevan consigo los más sabios de la familia, y al mismo tiempo es urgente como sociedad, generar empleos que les permitan sentirse productivos, un derecho al que todos debemos tener acceso. Ellos igual que todos, merecen una distinción por sus atributos, que son de gran valía para la familia y la sociedad.
Proporcionar las herramientas, la capacitación y el apoyo que necesitan los adultos mayores en las comunidades mayas donde estamos trabajando se ha convertido en uno de nuestros principales objetivos en Fundación Ejidos por México. Estamos trabajando en la consolidación de diversos programas de apoyo para mayores, que se implementaran dentro de las comunidades mayas de la Ruta de los Cenotes en el municipio de Lázaro Cárdenas, para después replicarlos y generar el mayor impacto posible.